La amante que podría haber reinado, Gabrielle d'Estrées (1573-1599)


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Muchas han sido las favoritas de los reyes franceses desde que Carlos VII nombrara a la suya, Angès Sorel, de manera oficial. Todas sabían cual era su papel, cercano al corazón del monarca y alejado del trono real. Pero una de ellas, Gabrielle d'Estrées, se atrevió a soñar con lucir la corona de reina. El pueblo francés nunca se lo perdonaría.

Favorita contra su voluntad
Gabrielle d'Estrées nació alrededor de 1573 en el seno de una familia aristocrática en la que las mujeres se habían ganado una fama de lo más negativa. Desde su abuela que alardeó de haberse acostado con grandes personajes como el rey Francisco I hasta su propia madre, Françoise de La Bourdaisière quien llevó sus relaciones ilícitas a abandonar a su familia legítima y que moriría poco después de muerte violenta.

La joven Gabrielle pasó su infancia en Picardía, donde su padre ejercía como gobernador. Siendo una bella mujer de 16 años, Gabrielle se enamoró perdidamente del conde de Bellegarde, Roger de Saint-Lary, Gran Escudero de Francia.

A punto estaban de casarse cuando se cruzó en su vida el mismísimo rey de Francia. Bellegarde cometió el error de presentar a su joven y bella prometida a Enrique IV quien también se enamoró de Gabrielle. La pasión que se despertó en el monarca hizo que Enrique no dudara en quitarse de en medio al desdichado prometido para obligar a Gabrielle a convertirse en su amante.

Roger aceptó resignado, algo que no hizo su amada. Ante la negativa de Gabrielle a sucumbir a los deseos reales, Enrique IV presionó a la familia de la joven quien la obligó a aceptar su nuevo papel de amante del rey.

Esposa contra su voluntad
En 1592 Gabrielle fue entregada en matrimonio a Nicolas d'Amerval de Liancourt, Barón de Benais, con el único fin de mantener las apariencias, pues el viejo barón aceptó de buen grado el trato y la condición de no tocar a su esposa, cediendo tal honor al monarca.

Poco tiempo después Enrique era coronado en Chartres como rey de Francia después de haber abjurado del protestantismo y terminar una larga guerra conocida como la Guerra de los tres Enriques. Enrique IV había heredado la corona de su cuñado Enrique III en 1589 pero su credo contrario al catolicismo había llevado a Francia a un conflicto armado que se alargó durante años.

Por aquel entonces, en 1594, Gabrielle dio a luz a su primer hijo, César de Vendôme. Este era también el primer vástago del monarca quien, a pesar de llevar casado 12 años con Margarita de Valois, la pareja real, separada desde hacía mucho tiempo, no había concebido un heredero.

El odio del pueblo, el amor del rey
Enrique IV se decidió a legitimar a su hijo para lo cual tuvo que anular apresuradamente el matrimonio de Gabrielle en un proceso esperpéntico en el que su pobre esposo tuvo que confesar una supuesta impotencia.

A partir de ese momento, Gabrielle inició una carrera meteórica como favorita sólo comparable con Diana de Poitiers en lo que a propiedades y bienes recibidos se refiere. No así el respeto que la gran senescala se ganó de la corte y el pueblo de Francia. Gabrielle provocó la indignación suscitada por tan insultante despilfarro del dinero público, en un país castigado por las guerras y las carestías y al borde de la bancarrota1.

Tras el nacimiento de César, llegaron Catherine-Henriette y Alenxandre de Vendôme. Gabrielle y Enrique, que habían empezado su relación de manera más que tortuosa, se convirtieron en fieles amantes.

El triunfo de la razón de estado
Terminado el largo conflicto dinástico y religioso, Enrique IV se vio obligado a afianzar su dinastía en el trono de Francia con una esposa y unos herederos legítimos. Margarita, alejada del rey desde hacía más de 10 años, estaba dispuesta a firmar la nulidad matrimonial pero sólo si recibía serias garantías de que Enrique se casaría con una mujer digna de ser reina. En la lista no se encontraba Gabrielle.

Enrique aceptó las negociaciones que se iniciaron para casarse con María de Médicis. Fueron años de tensión y de jugar a dos bandos, haciendo creer a Margarita y al Papa que aceptaría su enlace con la joven florentina mientras convencía a su favorita que cada vez estaba más cerca de convertirse en reina.

Pero al final, Enrique tuvo que sucumbir a la razón de estado. En la Pascua de 1599, atendiendo a los consejos de su confesor, invitó a Gabrielle a ausentarse por unos días de la corte. Contra su voluntad y dominada por un ataque de pánico, Gabrielle se despidió para siempre de Enrique.

Cuatro días después, el 10 de abril de 1599, moría en París, alejada del que fue su amor durante muchos años y al que estaba a punto de darle un cuarto hijo.

Oficialmente, Gabrielle d'Estrées murió de una eclampsia de la gestación avanzada. La sombra del asesinato era demasiado larga. El pueblo no lloró su muerte, más bien se sintió alviado por ver alejada para siempre la posibilidad de que una amante, por primera vez en la historia, se convirtiera en reina de Francia.

A pesar de que Enrique IV sí lloró sinceramente la muerte de su favorita, la tristeza le duró bien poco. Dos meses después nombraba una nueva amante, Henriette de Balzac d'Entragues. Un año después terminaría casándose con María de Médicis.

 Bibliografía 

Amantes y reinas, Benedetta Craveri





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1.Amantes y reinas, Benedetta Craveri, pág. 87

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